Diéresis

Un espacio para libros, frases, dichos, o articulaciones de palabras que merecen no pasar desapercibidas.

lunes, septiembre 16, 2013

"... el día que entrevisté a Bolaño el general Pinochet acababa de regresar a Chile (...) Como es natural le pregunté cómo había vivido la caída de Allende (...). Como es natural, me miró con cara de infinito aburrimiento; luego dijo: 
- Como una película de los hermanos Marx, sólo que con muertos. Aquello fue un desbarajuste fabuloso. - Sopló un poco de té, bebió un sorbo y volvió a dejar la taza sobre el plato-. Mirá, te voy a decir la verdad. Durante años me cagué cada vez que pude en Allende, pensaba que la culpa de todo era suya, por no entregarnos las armas. Ahora me cago en mí por haber dicho eso de Allende. Joder, el cabrón pensaba en nosotros como si fuéramos sus hijos, ¿entiendes? No quería que nos mataran, Y si llega a entregarnos las armas hubiéramos muerto como chinches. En fin -concluyó tomando otra vez la taza-, supongo que Allende fue un héroe.
de Soldados de Salamina, de Javier Cercas


La foto va con la mejor de las ondas, para Analía Argento y Martín Leguizamón, dos amigos que guardaron en el recuerdo de su retina el casquito absurdo ante tanta violencia posible. 


viernes, febrero 01, 2013

MERA COINCIDENCIA. "Las leyes de la frontera" de Javier Cercas


El verano pasado llamábamos a Buenos Aires todos los días. ¿Mejor? No sé. Hoy sí, pero ayer no. ¿Mejor? Si. Dice que va a estar bien para los 15 de Lula. ¿Mejor? No. Hoy no nos reconoció.Todas las vacaciones sintiéndonos en el lugar incorrecto. 
Se fue en otoño. De pedir un deseo, hubiera pedido todo tal como fue .Sin deudas, sin dolor, en paz con el mundo. 

Este verano paveábamos a la orilla del mar, riéndonos de sus mañas .Martina admitiendo que de los dos míos, era su preferida. Mariano y Candela burlándola de cómo los retaba. Yo buscando en mi cara el gesto que ahora todos dicen que es suyo. Entonces alguien recordó lo de los secretos. Debo haber sido yo, que siempre reparo en esas cosas. 
_ Cada vez que le contabas un secreto y le pedías que no lo comparta con nadie, te decía ¿Vos querés que yo no cuente eso que vos no podés callar? Y después se volvía una tumba. 

Las risas y los recuerdos, siguieron, crecieron y menguaron. 

Cinco minutos después me senté a leer con Candela a la orilla del mar. Ella "Quién mató a Palomino Molero" de Mario Vargas Llosa y yo "Las leyes de la frontera" de Javier Cercas. 
_ Che, vengan a escuchar esto. Abro el libro, retomo la lectura y miren lo que encuentro: 

"... Que me quitasen el caso hubiera sido un fracaso tremendo, así que me puse las pilas y en la segunda semana de septiembre averigüé que la banda del Zarco iba a atracar la sucursal de un banco de Bordils. 
_ ¿Cómo lo averiguó? 
_ Lo averigüé
_ ¿Quién se lo dijo?
_ No puedo decírselo.Hay cosas que un policía no puede decir. 
_¿Aunque hayan pasado treinta años desde que ocurrieron?
_ Aunque hayan pasado sesenta. Mire, una vez leí una novela donde un personaje le decía a otro:¿Me guardarías un secreto? Y el otro le contestaba: Si no eres capaz de guardártelo tu ¿por qué voy a guardártelo yo?..."

sábado, enero 12, 2013

El pobre de Lorenzo, en Estrella distante de Roberto Bolaño

"...Érase una vez un niño pobre de Chile... El niño se llamaba Lorenzo, creo, no estoy seguro, y he olvidado su apellido, pero más de uno lo recordará, y le gustaba subirse a los árboles y a los postes de alta tensión. Un día se subió a uno de esos postes y recibió una descarga tan fuerte que perdió los dos brazos. Se los tuvieron que amputar casi hasta la altura de los hombros. Así que Lorenzo creció en Chile y sin brazos, lo que de por sí hacía su situación bastante desventajosa, pero encima creció en el Chile de Pinochet, lo que convertía cualquier situación desventajosa en desesperada, pero esto no era todo, pues pronto descubrió que era homosexual, lo que convertía la situación desesperada en inconcebible e inenarrable. 
Con todos estos condicionantes no fue raro que Lorenzo se hiciera artista. (¿Qué otra cosa podía ser?). Pero es difícil ser artista en el Tercer Mundo si uno es pobre, no tiene brazos y encima es marica.Así que Lorenzo se dedicó por un tiempo a hacer otra cosa..."  

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viernes, diciembre 28, 2012

Los deseos según Coca, la amante o pareja o no sé, de Marcelo Maggi en "Respiración artificial" de Ricardo Piglia

"...A ella le gustaba de alma la noche, pero no tenía nada de perversa. A lo sumo tenía esa necesaria cuota de perversión que hace más llevadera la vida, pero no más. Era feliz como era: jamás quiso tener un hijo, jamás se arrepintió de nada que hubiera hecho. El que no está a la altura de su deseo, decía la Coca, ése es uno a quien el mundo puede llamar un cobarde..."

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martes, noviembre 21, 2006

Los buenos poetas. Otra vez Javier Cercas, en "Soldados de Salamina"

"... Sánchez Mazas es un buen poeta; un buen poeta menor, quiero decir, que es casi todo a lo que puede aspirar un buen poeta. Sus versos tienen una sola cuerda, humilde y viejísima, monótona y un poco sentimental, pero Sánchez Mazas la toca con maestría, arrancándole una música limpia, natural y prosaica que sólo canta la melancolía agridulce del tiempo que huye y en su huida arrastra el orden y las seguras jerarquías de un mundo abolido que, precisamente por haber sido abolido, es también un mundo inventado e imposible, que casi siempre equivale al mundo imposible e inventado del Paraíso..."

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Sobre una mirada

La mirada es la de María, una señora de unos de 80 años, al entrevistarse con el periodista que investiga el fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, en "Soldados de Salamina", de Javier Cercas.

"... María Ferré, que según me dijo más tarde Jaume Figueras, había tenido la coquetería de ir al peluquero antes de recibirme en su casa de Cornellà de Terri -una casa que había sido en tiempos el bar y la tienda de ultramarinos del pueblo, y que aún conservaba a la entrada, casi como reliquias, un mostrador de mármol y una romana- era mínima y dulce, disgresiva, los ojos alternativamente maliciosos y humedecidos por su incapacidad de sortear las trampas que en el curso del relato le tendía la nostalgia, unos ojos jóvenes, coloreados y fluyentes de arroyo en verano..."

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viernes, noviembre 17, 2006

El primer instante de la amistad, para Borges

"...Yo tengo cinco o seis amigos íntimos. Nunca nos ponemos de acuerdo sobre la primera vez que nos hemos visto. Porque la primera vez uno entrevé o no ve a esa persona. Entonces con Mastronardi resolvimos la duda revoleando una moneda. Con Bioy ocurrió lo mismo: sé que nos conocimos en casa de Victoria Ocampo, pero él se empecina en negarlo. Veremos qué decidirá la moneda. Ocurre que la primera impresión que causaron personas que son importantes en la vida de uno suele ser bastante vaga. Después crecen sobre uno y aquellos instantes se van borrando. Cuando alguien le dice esto a una mujer, no le agrada. Ellas esperan que se les diga que el primer encuentro fue inolvidable..."

Diálogos Borges Sábato, compaginados por Orlando Barone

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(Lodge, con más o menos ironía, es un romántico) Esas primeras veces de la adolescencia...

"...Conteniendo la respiración, liberé suavemente un pecho, el izquierdo, de su copa. Se extendió por la palma de mi mano como un fruto maduro. ¡Dios mío! Nunca he sentido en toda mi vida, ni antes ni después, lo que sentí al tocar por primera vez el joven pecho de Maureen, tan suave, tan satinado, tan muelle, tan firme, tan elástico y que desafiaba de un modo tan misterioso las leyes de la gravedad. Lo levanté un centímetro, lo sopesé con mi mano ahuecada y después la bajé lentamente hasta que siguió rodeándolo, pero sin sostenerlo. Que su pecho siguiera firme allí, orgulloso y turgente, parecía un fenómeno tan milagroso como que la Tierra flote en el espacio..." (Terapia)

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martes, noviembre 14, 2006

Todo se transforma (y eso que a Drexler mucho no le creo)

"... zapato que en unas horas buscaré bajo tu cama, con las luces de la aurora, junto a tus sandalias planas, que compraste aquella vez en Salvador de Bahía, cuando a otro diste el amor que hoy yo te devolvería...

... cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma. Nada se pierde, todo se transforma.

...supe que de algún lejano rincón de otra galaxia, el amor que me darías, transformado volvería un día a darte las gracias."

lunes, noviembre 13, 2006

Eso que nos preguntamos todos, también se lo pregunta Sally, la ex esposa de Laurence, en "Terapia" de David Lodge

"...¿Por qué me casé con él? Porque creía que estaba enamorada. Bueno, quizá lo estuviera. ¿Qué otra cosa es el amor, sino la creencia de que lo sientes?..."

miércoles, noviembre 08, 2006

Otra de Birmajer, "Negocios", de Fábulas Salvajes

Una dura guerra se había establecido entre los tigres y los castores. Durante el verano, los castores habían construído diques y cuevas de madera. En el invierno, simplemente por divertirse, los tigres las habían destruído; y en más de una ocasión habían lastimado o matado a los castores si se hallaban en el interior de las cuevas o cercanos a los diques.

Los castores, aunque físicamente inferiores, eran tenaces e inteligentes. No pasó mucho antes de que comenzaran a defenderse: sabios carpinteros, construyeron trampas de madera en el bosque y emboscaban a los tigres allí donde los encontraban.

Los ataques de los tigres contra los castores recrudecieron.

A poco, el bosque era un gigantesco campo de batalla. Ningún animal podía pasear tranquilo.

El Gran Consejo Animal decidió poner coto a esta conflagración.

Los animales comisionaron al Tero para que oficiara de mediador entre las partes.

El Tero habló primero con los tigres y, luego de acordar una serie de medidas, se dirigió a las cuevas de los castores.

- Los tigres han llegado a un acuerdo con el Gran Consejo Animal -dijo el Tero-. Si ustedes, los castores, dejan de emboscarlos y de poner trampas, ellos, los tigres, sólo se dedicarán a destruir vuestras cuevas y diques, pero no los dañarán físicamente.

Un gran murmullo de desaprobación se alzó entre los castores.

- ¿Qué trato es ese? ¿Por qué deben dañar nuestros diques? ¿Cómo garantizarán no dañarnos si estamos dentro de las cuevas cuando las destruyan?

- Calma, calma -dijo el Tero-. El Gran Consejo Animal comprende vuestras quejas. El Gran Consejo Animal sabe que la razón está de vuestro lado y que los tigres representan el Mal. Pero... lo cierto es que los tigres son más fuertes que los castores, y nosotros, como Gran Consejo Animal, debemos negociar con ambos. Negociamos con los malvados para suavizar sus maldades y con los buenos para evitarles mayores sufrimientos. Castores, no les queda otro remedio que aceptar el trato que les proponemos.

Un viejo castor, apenas iluminado por la luz de una rama encendida, fue el encargado de darle al tero la negativa:

- Ve y dile a tu Gran Consejo Animal: quien negocia con Dios y con el Diablo, negocia con el Diablo solamente.

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lunes, noviembre 06, 2006

¿cuál fue para vos el libro más doloroso?

Para mí -de los recién leídos- "Antes que anochezca", de Reinaldo Arenas.

Otros de Arenas:
Celestino antes del alba, 1967
El mundo alucinante, 1969

Con los ojos cerrados, 1972
El palacio de las blanquísimas mofetas, 1980
La vieja Rosa, 1980
Termina el desfile, 1981

El central, 1981
Otra vez el mar; 1982
Arturo, la estrella más brillante, 1984
Necesidad de libertad, 1986

Persecusión, 1986
La Loma del Ángel, 1987
El portero, 1989
Voluntad de vivir manifestándose, 1989

Viaje a La Habana, 1990


domingo, noviembre 05, 2006

de Birmajer, en "Fábulas salvajes"

Las lombrices, como los corazones, siguen viviendo después de rotas.

viernes, noviembre 03, 2006

El tamaño de mi esperanza, y de la de Borges

"...lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse y que ese ensayo es la esperanza (...). Una incredulidá gradiosa, vehemente, puede ser nuestra hazaña."

martes, octubre 31, 2006

La angustia y el ser resumidas en Port, en "El Cielo Protector" de Paul Bowles

Tuvo un estremecimiento súbito de autocompasión casi agradable, tan bien expresaba su estado de ánimo. Era un estremecimiento físico, estaba solo, abandonado, perdido, sin esperanzas, con frío. Especialmente con frío, un frío interior, profundo, que nada podía cambiar. Aunque esa glacial ausencia de vida era la base de su infelicidad, se aferraría siempre a ella porque era también el centro mismo de su ser, en torno al cual se había construído.
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comentario anónimo: Este texto me hace acordar a un domingo de lluvia, en Italia, cuando estaba solo en mi habitación y pensaba qué sería de mí.

la hermandad, según Raúl González Tuñón en "Requien para Enrique González Tuñon" - para mis tres hermanos

Los Tuñón eran uno, un solo ímpetu,
uno e indivisible como la poesía,
Enrique estaba en mí, yo en él, vivíamos
una misma mañana, el mismo asombro
ante las cosas mágicas y vulgares del mundo;
una aventura apenas diferente
en sus matices. Apartados por la muerte una tarde
de mayo sin banderas, él continuó en mí
y continúa cada vez más adentro
en los finos canales de la sangre que viene
de imagineros y mineros trashumantes y obreros.
Los Tuñón eran uno y así podrá decirse
que es Enrique quien vive y yo quien está muerto.

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domingo, octubre 29, 2006

La Solidaridad, para Italo Calvino, en "La Gran Bonanza de las Antillas"

Me detuve a mirarlos.
Trabajaban así, de noche, en aquella calle apartada, en torno a la persiana metálica de una tienda.
Era una persiana pesada: hacían palanca con una barra de hierro, pero no se levantaba.
Yo pasaba por allí, solo y por azar. Me puse a empujar yo también con la barra. Ellos me hicieron lugar.
No marchábamos acompasados; yo dije "¡Ale-hop!". El compañero de la derecha me dio un codazo en voz baja:
-¡Calla! -me dijo-, ¿estás loco? ¿Quieres que nos oigan?
Sacudí la cabeza como para decir que se me había escapado.
Hicimos un esfuerzo y sudamos, pero al final la levantamos tanto que se podía pasar. Nos miramos las caras, contentos. Después entramos. A mí me dieron un saco para que lo sostuviera. Los otros traían cosas y las metían adentro.
- ¡Con tal que no lleguen esos cabrones de la policía! -decían-
- Cierto -respondía yo-. ¡Cabrones, eso es lo que son!
- Calla. ¿No oyes ruido de pasos? -decían de vez en cuando. Yo paraba la oreja con un poco de miedo.
- ¡No, no son ellos! -contestaba.
Uno me decía:
- ¡Esos llegan siempre cuando menos se los espera!
Yo sacudía la cabeza.
- Matarlos a todos, eso es lo que habría que hacer -decía yo.
Después me dijeron que saliera un momento, hasta la esquina, a ver si llegaba alguien. Salí.
Fuera, en la esquina, había otros pegados a las paredes, escondidos en los ángulos, que se acercaban.
Me uní a ellos.
- Hay ruidos por allí, por aquellas tiendas -dijo el que tenía más cerca.
Estiré el cuello.
- Mete la cabeza, imbécil, que si nos ven escapan otra vez -murmuró.
- Estaba mirando... -me disculpé, y me apoyé en la pared.
- Si conseguimos rodearlos sin que se den cuenta -dijo otro- caerán todos en la trampa.
Nos movimos a saltos, de puntillas, conteniendo al respiración: a cada momento nos mirábamos con los ojos brillantes.
- No se nos escaparán -dije.
- Por fin conseguiremos atraparlos con las manos en la masa -dijo uno.
- Ya era hora -dije yo.
- ¡Delincuentes, canallas, desvalijar así las tiendas! -dijo aquél.
- ¡Canallas, canallas! -repetí yo con rabia.
Me mandaron un poco adelante, para ver. Caí dentro de la tienda.
- Ahora -decía uno cargando un saco sobre el hombro.
- ¡Rápido -dijo otro- cortemos camino por la trastienda! ¡Así nos escabullimos delante de sus propias narices!
Todos teníamos una sonrisa de triunfo en los labios.
- Se quedarán con un buen palmo de narices -dije.
Y nos escurrimos por la trastienda.
- ¡Una vez más caen como chorlitos! -decían.
En eso se oyó:
- Alto ahí, ¿quién va? -y se encendieron las luces.
Nosotros nos agachamos para escondernos en un trastero, pálidos, y nos tomamos de la mano. Otros entraron también allí, no nos vieron, dieron media vuelta. Salimos pitando.
- ¡Se la dimos! -gritamos. Yo tropecé dos o tres veces y me quedé atrás. Me encontré en medio de los otros que también corrían.
- Corre -me dijeron-, que los alcanzamos.
Y galopábamos todos por el callejón, persiguiéndoles.
- Corre por aquí, corta por allá -nos decíamos y los otros ya nos llevaban poca ventaja, y nos gritábamos-: ¡Corre, que se nos escapan!
Yo conseguí pisarles los talones a uno que me dijo:
- Bravo, pudiste escapar. ¡Ánimo, por aquí, que les haremos perder la pista! -Y me puse a su lado. Al cabo de un momento me encontré solo en un callejón. Uno se me acercó, me dijo corriendo:
- Por aquí, los he visto, no pueden estar lejos. -Corrí un poco detrás de él.
Después me detuve, sudando. no había nadie, no se oían más gritos. Metí las manos en los bolsillos y seguí paseando, solo y al azar.

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Tadeo Isidoro Cruz según Borges en "El Aleph"

El seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a las divisiones de López, hicieron alto en una estancia cuyo nombre ignoraban, a tres o cuatro leguas de Pergamino; hacia el alba, uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbra del galpón, el confuso grito despertó a la mujer que dormía con él. Nadie sabe lo que soñó, pues al otro día, a las cuatro, los montoneros fueron desbaratados por la caballería de Suárez y la persecusión duró nueve leguas, hasta los pajonales ya lóbregos, y el hombre pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las guerras del Perú y del Brasil. La mujer se llamaba Isidora Cruz: el hijo que tuvo recibió el nombre de Tadeo isidoro.
Mi propósito no es repetir su historia. De los días y noches que la componen, sólo me interesa una noche...
...En los últimos días del mes de junio de 1870, recibió la orden de apresar a un malevo, que debía dos muertes a la justicia. Era éste un desertor de las fuerzas que en la frontera Sur mandaba el coronel Benito Machado; en una borrachera, había asesinado a un moreno en un lupanar; en otra, a un vecino del partido de Rojas; el informe agregaba que procedía de la Laguna Colorada. En este lugar, hacía cuarenta años, habíanse congregado los montoneros para la desventura que dio sus carnes a los pájaros y a los perros; de ahí salió Manuel Mesa, que fue ejecutado en la Plaza de la Victoria, mientras los tambores sonaban para que no se oyera su ira; de ahí, el desconocido que engendró a Cruz y que pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las batallas del Perú y del Brasil. Cruz había olvidado el nombre del lugar; con leve pero inexplicable inquietud lo reconoció... El criminal, acosado por los soldados, urdió a caballo un largo laberinto de idas y venidas; éstos sin embargo, lo acorralaron la noche del doce de julio. Se había guarecido en un pajonal. La tiniebla era casi indescrifrable; Cruz y los suyos, cautelosos y a pie, avanzaron hacia las matas en cuya hondura trémula acechaba o dormía el hombre secreto. Gritó un chajá; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento. El criminal salió de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevió, terrible; la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Básteme recordar que el desertor malhirió o mató a varios de los hombres de Cruz. Éste, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepís, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro.

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miércoles, octubre 25, 2006

El salto al vacío de Joy en "El mundo es un pañuelo" de David Lodge

"...¿No has tenido nunca la sensación, cuando conduces a buena marcha en un tráfico denso, de que todo resulta extraordinariamente precario, aunque todos los implicados parezcan dar por sentada la situación? Todos los conductores perecen tan aburridos en sus coches y sus camiones, tan abstraídos, como si sólo quisieran ir de A a B, y sin embargo en todo momento se encuentran tan sólo a unos centímetros, a unos segundos de la muerte repentina. Basta con que alguien haga girar su volante unos centímetros más en este sentido en lugar del otro, para que todos empiecen a chocar entre sí. O bien estás conduciendo por una carretera costera llena de curvas, y te das cuenta que si retirases las manos del volante, aunque sólo fuera por un segundo, el coche se lanzaría al vacío. Es una sensación espantosa, ya que te das cuenta de lo fácil que sería hacerlo, lo rápido, lo sencillo, lo irreversible que sería todo. A mi me parecía haber hecho algo por el estilo, sólo que yo me había desviado de la carretera para encontrar la vida, no la muerte..."

lunes, octubre 23, 2006

La soledad de Fogg, en "El Palacio de la Luna" de Paul Auster

"...En el parque no tenía que cargar con este fardo de la conciencia de mi aspecto. El parque me proporcionaba un umbral, una frontera, una manera de distinguir entre el interior y el exterior.
Si las calles me obligaban a verme como los demás me veían, el parque me daba la posibilidad de regresar a mi vida interior, de valorarme exclusivamente en términos de lo que estaba pasando dentro de mí. Descubrí que es posible vivir sin un techo pero que no se puede vivir sin establecer un equilibrio entre lo interno y lo externo... Eran momentos felices para mí cuando parecía que mi suerte se había agotado... Puede que haya sido eso lo único que me había propuesto demostrar desde el principio: que una vez que hechas tu vida por los aires, descubres cosas que nunca habías sabido, cosas que no puedes aprender en ninguna otra circunstancia..."